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[OPINIÓN] Sandro Marcone. Desde noviembre de 2022 vivimos un boom de la inteligencia artificial (IA). La aparición pública y gratuita de ChatGPT y su masificación alimenta el debate sobre el impacto de la IA en la sociedad y en la educación. Pocos saben que la primera vez que se la usó en educación fue en 1960 y que es una herramienta con más de 60 años de antigüedad.

¿Cuál es la real novedad? La interfaz de usuario. La empresa creadora, OpenAI, dice en su sitio web: “Hemos entrenado un modelo llamado ChatGPT, que interactúa por medio de la conversación”. El formato de diálogo hace posible responder preguntas consecutivas, admitir errores, cuestionar premisas incorrectas e incluso rechazar solicitudes inapropiadas.

Este tipo de IA podría, por ejemplo, fomentar el desarrollo de habilidades en los estudiantes que los empresarios reclaman desde hace años y que pocas veces nuestro sistema educativo provee. Habilidades como la capacidad de análisis de datos, la resolución de problemas complejos, la creatividad y la colaboración. Los sistemas de IA en el aula pueden ayudar a los estudiantes a adquirir estas habilidades al darles retos y proyectos interactivos que estimulan su pensamiento crítico y capacidad para trabajar en equipo.

El uso del ChatGPT no será posible en las aulas si no resolvemos los bajos desempeños de comprensión lectora; y su impacto ampliará las brechas si no es parte de una iniciativa más ambiciosa por conectar y equipar a todas las entidades educativas. Como a toda tecnología debemos darle un propósito de equidad o solo ampliará las brechas.

La IA como tecnología educativa pone el dedo en la llaga: la poca capacidad que tenemos de innovar en nuestra educación.

Publicado en el Diario Perú21. 07.07.2023

 

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